Cogimos vuelo en Madrid tempranito, por lo que a las 11 ya estábamos en Lisboa (recordar que allí es 1 hora menos).
Hasta las 2 de la tarde no podíamos hacer el check in en nuestro hotel, situado en la Avenida Liberdade (avenida principal del centro de la ciudad), por lo que aprovechamos para conocer la zona del parque de las naciones, zona nueva construída para la Expo, y en la que se sitúa el Oceanário(2º más grande de Europa).
Además está a sólo dos paradas de metro del aeropuerto.
Una de las ventajas que tiene dónde está situado el aeropuerto es que llega hasta allí el metro.
Una vez que salimos del Oceanário(su precio es de 14 euros) probamos a coger buenas vistas de la ciudad subiéndonos al telesférico (su precio es de 4 euros)
Y de ahí a zampar en Capricciosa, italiano de calidad, bien de precio y con súper vistas al río Tajo.
De ahí directos al hotel, descargar y descansar un poco.
La avenida Liberdade da directa bajando a la Plaza de los Restauradores, dónde te encuentras el antiguo teatro Edén y convertido en hotel, es uno de los edificios emblemáticos.
Zona llena de cafeterías, tiendecitas antiguas, y de ambiente.
Continuando para abajo, nos encontramos en la plaza de Rossio.
Muy próximo a ella, se encuentra el elevador de Santa Justa. De ahí directos a la rua Augusta, un escaparate nos llamó muchísimo la atención, estábamos dispuestos a comenzar a conocer la cocina portuguesa...pasteles de bacalao!!!
Su precio es de 3,75 pero merece mucho la pena
De alli, llegamos directos a la importante Plaza de Comercio,es el corazón de la ciudad, con vistas al río, su arco del triunfo y sus tranvías.
Teníamos fuerzas para continuar conociendo la ciudad, y nos dirigimos al famoso barrio de Alfama, presidido por el famoso Castillo de San Jorge, callejones adoquinados y casas de colores por los pintorescos azulejos que cubren sus fachadas.
Encontramos un pintoresco restaurante en el que cantaban fado, por lo que cenamos alli mismo.
Estuvo bastante entretenido, incluso al final nos regalaron a cada una de las mujeres una rosa.
Y llegó el día dos en Lisboa. Decidimos contratar antes por internet una excursión que nos llevaría a Sintra, Cascais, Cabo da Roca y Estoril. Lo contratamos con Civitatis, nos costó 59 euros.
Comenzamos en Sintra, a sólo media hora de Lisboa,el guía nos acompañó hasta el Palacio da Pena, teníamos la entrada incluída, nos estuvo explicando la historia del palacio,detalles sobre estilos, qué podíamos encontrar dentro de él y nos dejó tiempo libre para ir a nuestro aire.
A continuación, nos dejaba una hora y media para comer en Sintra, pero solo a 5 minutos andando estaba Quinta da Regaleira, que es un conjunto impresionante de palacios, jardines, grutas y se encuentra el misterioso pozo iniciático.Su precio es de 6 euros.
Por lo que como sólo teníamos 1 hora y media para comer y ver la Quinta, decidimos comprarnos algo rápido para comer y probar de paso las famosas queijadas de Sintra(pequeños pastelitos hechos con huevo, azúcar y almendra... muy parecido al mazapán)
Teníamos que continuar el camino,(mientras el guía nos tenía surtidos en la furgo de fados) y la siguiente parada fue en Cabo da Roca,se trata de un cabo que está situado en la parte más occidental de Europa.
Fue una breve parada que nos llevó hasta Cascais, una pequeña villa portuguesa marinera, además coincidió con las Festas do mar, por lo que estaba hiper animado. Playas abarrotadas, tiendecitas repletas de gente,terrazas animadas... Lo primero que hicimos fue hacer caso al guía.Nos recomendó los famosos helados de Santini, asi que alli que fuimos!!Una vez que nos dejó tiempo libre, la excursión estaba terminando, ya volvíamos a Lisboa de nuevo, previo paso por Estoril,y su famoso casino, que según nos contó el guía, inspiró a Ian Fleming(creador de James Bond) para su famoso Casino Royal.
A las 5 de la tarde estábamos ya en Lisboa, por lo que decidimos ir al hotel , descansar un poquito y coger fuerzas para salir y seguir conociendo la noche lisboeta.
Decidimos que nuestra primera parada debía ser el elevador de Santa Justa, que nos iba a dar de las mejores vistas de la ciudad,y más nocturna.Es una de las formas más rápidas de llegar de La Baixa al Barrio Alto. Fue diseñado por un alumno de Eiffel.Su precio es de 5 euros.
Directos a cenar, y aprovechamos para conocer por fuera el famoso convento do Carmo. Llegamos de forma casual a un coqueto restaurante, con sus mesitas para dos, con velitas y acertamos totalmente. Su nombre es Carmo, y recomiendo probar totalmente un plato que se llamaba Pica Pau( ternera con una salsa especial).
Queríamos tomar alguna copa y decidí conocer la famosa Pensión de Amor, está situado en el Barrio Chiado( calle Alecrim 19)que mi hermana me recomendó. Era un antiguo burdel, que hoy se utiliza como pub. Conserva pinturas, sus mesitas con sillones de terciopelo, una barra para pole dancing, una biblioteca y tienda erótica... Es un sitio muy curioso para conocer.
Y hasta aqui nuestra 2ª noche.... :)
Para el último día nos dejamos la zona de Belem. Para llegar hasta alli, lo mejor es coger el tranvía 15 que coges en la Plaza de Comercio.
Justo al lado de donde te deja el tranvía, te encuentras con el Museo Berardo, de arte moderno y entrada gratuita. Hay obras de Picasso, Miró, Warhol y Liechestein.
Decidimos seguir nuestro camino, y nos dirigimos hasta el monumento a los conquistadores y a la torre de Belem.
Comimos en un restaurante que había en la zona y directos a Los Jerónimos.Si coincide que es domingo, su entrada es gratuita por la mañana, si no, tendréis que pagar 7 euros.
Lo más interesante que ver es su claustro, y la iglesia de Santa María. Habrá que seguir conociendo la gastronomía, y ahora tocaban los famosos pastelitos de Belem, en su fábrica original, no se puede describir, tan calentitos,hay que probarlos!!!Su precio es de 1 euro aproximadamente cada uno.
Estaba imposible coger el tranvía de vuelta, por lo que decidimos coger un taxi, que no sale mal de precio. Nos dirigimos a la Plaza de Comercio, y de ahi a Plaza da Figueira para coger el tranvía 15, que nos elevaría al Castillo de San Jorge, mientras disfrutamos de otra de las panorámicas impresionantes de la ciudad en sus miradores.
No imprescindible, pero de nuevo, al situarse en una colina, te deja disfrutar de bonitas vistas.
Decidimos bajar andando,perdiéndonos por sus callejuelas, era nuestro último día en Lisboa, y teníamos que disfrutarlo.











